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Morales-Betancourt, M. A., Lasso, C. A., Páez, V. P., & Bock, B. C. (2015). Libro rojo de reptiles de Colombia. Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt (IAvH), Universidad de Antioquia, Bogotá, D. C., Colombia, 258 p.

DCA

En el marco del Plan Operativo Anual (2015) del Programa de Ciencias de la Biodiversidad del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, se llevó a cabo la actualización de la evaluación del riesgo de extinción y la elaboración del Libro rojo de reptiles de Colombia (2015). Esta iniciativa se llevó a cabo con el aval del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Comité Nacional de Especies Amenazadas. Se contó con la participación de la Universidad de Antioquia, la colaboración y apoyo técnico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Históricamente en Colombia las tortugas y los crocodílidos han sido objeto de una gran presión, principalmente para el consumo y la tenencia como mascotas (tortugas) y por su piel (crocodílidos). A estas amenazas se adiciona la pérdida, trasformación y degradación del hábitat, especialmente para las especies distribuidas en la vertiente del Caribe y la cuenca del Magdalena-Cauca, amenazas que también afectan a los escamados. Debido al efecto sinérgico y en aumento de estas presiones, es de suma importancia tener un conocimiento actualizado del estado conservación de las especies.

Dado que la UICN recomienda actualizar la evaluación de riesgo de extinción cada ocho años y la única y última evaluación para los reptiles en Colombia se hizo ya hace 13 años, se realizó una nueva evaluación utilizando los criterios UICN (2012) a 510 especies. Se incluyeron tortugas (32 sp.), crocodílidos (6 sp.), lagartos (211 sp.) y serpientes (261 sp.), de las cuales el 9% (43 especies y una subespecie) se listaron bajo alguna categoría de amenaza: 2% (11 sp.) En Peligro Crítico, 3% (16 sp.) En Peligro y 3% (17 sp.) Vulnerable. Para el caso particular de Kinosternon scorpioides se hizo la evaluación a nivel de especie y de subespecies: una distribuída en el continente (K. s. scorpioides) y otra en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (K. s. albogulare), esta última categorizada como Vulnerable. En la tabla 1 se resume los resultados. Las tortugas y los lagartos son los grupos que tienen el mayor número de especies amenazadas, sin embargo, los grupos más afectados –porcentaje de especies amenazadas sobre el total de especies para el grupo- fueron los crocodílidos, con el 50% de especies amenazadas, seguidos de las tortugas con el 37%.

Es un hecho de que las amenazas reseñadas en 2002 (Castaño-Mora 2002) no han cesado, sino que por el contrario han continuado y son mayores en la actualidad. Tras el proceso de evaluación se observó que el número de especies amenazadas aumentó de 22 (Castaño-Mora 2002) a 43, más la subespecie, pero hay que considerar que se incluyó en la evaluación a un grupo de especies que no había sido considerado en la evaluación anterior (2002), los escamados, de los cuales de 472 especies evaluadas, 26 quedaron amenazadas.

La mayoría de los escamados que quedaron con alguna categoría de amenaza son endémicas y se asociaron principalmente a una distribución muy restringida y a la degradación, trasformación o reducción de su hábitat. En el caso de los crocodílidos, fue fundamentalmente a causa de sus pequeños tamaños poblacionales y al número de individuos maduros. Finalmente, las tortugas quedaron en categoría de amenaza por la suma de diferentes factores como el número reducido de las poblaciones e individuos maduros, y por la reducción y degradación del hábitat.

De los cinco criterios propuestos por la UICN, cuatro están relacionados con información demográfica, la cual es prácticamente inexistente para las poblaciones de reptiles en el país. Hay información para algunas especies de tortugas y crocodílidos, donde se estima su abundancia o densidad, pero estos estudios se hicieron de manera puntual y sin seguir una metodología estandarizada a nivel nacional, lo que no permite poder establecer una tendencia poblacional apropiada. Se evidencia entonces, la necesidad de establecer unas directrices nacionales en este sentido.

De manera general, se puede decir que la situación –estado de conservación y amenazas de las especies– no ha cambiado substancialmente respecto a la evaluación de Castaño-Mora (2002). Unicamente para el caimán aguja (Crocodylus acutus) y el caimán negro (Melanosuchus niger) hay indicios de que las poblaciones se están empezando a recuperar en localidades o sitios muy puntuales. Para el resto de las especies las poblaciones siguen en disminución y sus amenazas no se han mitigado. En el caso de los escamados siguen siendo un grupo con muy poca información, dificultando así su categorización.

Finalmente, es oportuno señalar que para poder realizar a futuro una evaluación más certera (cuantitativa), es fundamental que las investigaciones se enfoquen en estudiar aspectos demográficos bajo una metodología estandarizada por grupos. De la misma forma, hay que determinar y cuantificar el afecto de las amenazas sobre las poblaciones.